Hígado y cerebro se comunican para regular el apetito

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El hígado almacena la glucosa (azúcar) sobrante en forma de glucógeno –cadenas de glucosa– que luego libera según las necesidades energéticas del cuerpo. Los pacientes diabéticos sufren hiperglucemia, es decir, tienen demasiado azúcar en sangre porque en parte no acumulan bien la glucosa en el hígado.

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Un estudio liderado por Joan J. Guinovart en el Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona), en España, demuestra que cuando el hígado tiene reservas altas de glucosa evita que los pacientes engorden, aun cuando se les ofrece una dieta muy apetitosa, porque se sienten saciados. Es la primera vez que se observa la conexión entre hígado y apetito.

A raíz de los resultados publicados en la revista Diabetes, los investigadores argumentan que aumentar la producción de glucógeno hepático sería un tratamiento eficaz para mejorar la diabetes y la obesidad.

“Es interesante comprobar que lo que ocurre en el hígado tiene efectos directos sobre el apetito y desvelamos lo que ocurre a nivel molecular”, explica Guinovart, quien dirige uno de los laboratorios más experimentados del mundo en metabolismo del glucógeno y patologías asociadas.

Diabetes y obesidad son enfermedades en alza. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de 382 millones de personas viven con diabetes en el mundo. Para 2035, se prevé que una de cada de diez personas tendrá diabetes.

En cuanto a la obesidad –íntimamente ligada a la aparición de diabetes de tipo 2, la forma más frecuente de diabetes– los números son más altos incluso. En 2008, más de 200 millones de hombres y cerca de 300 millones de mujeres eran obesos. 

“Al entender qué funciona mal en diabetes y obesidad a nivel molecular estaremos más cerca de proponer nuevas dianas terapéuticas y encontrar soluciones”, explica Guinovart, si bien añade que ambas patologías se pueden prevenir comiendo equilibradamente y haciendo ejercicio diario. “Ya sólo con buenos hábitos los casos de diabetes tipo 2 caerían a la mitad”, recuerda Guinovart.

Aún dándoles una dieta apetitosa, los ratones que acumulaban más glucógeno en hígado no engordaban. Además de comprobar que comían menos, los científicos observaron que en el cerebro de estos ratones había escasas moléculas estimulantes del apetito, mientras que tenían muchas más moléculas depresoras del apetito.

“Y dimos por fin con la pista, con la señal que podía explicar la conexión hígado-cerebro”, señala Iliana López-Soldado, investigadora postdoctoral que ha trabajado tres años en los experimentos.

La clave de la conexión entre hígado y cerebro es el ATP, la molécula utilizada por todos los organismos vivos para proporcionar energía a las células, y que está habitualmente alterada en diabetes y obesidad. “Hemos visto que correlacionan perfectamente niveles altos de glucógeno en hígado, niveles constantes de ATP y niveles altos de moléculas saciantes en el cerebro de los ratones”, apunta López-Soldado.

 

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